Profundo ensayo antropológico sobre uno de los más poéticos paraísos de las religiones americanas, y el alucinante viaje (interior y exterior) para acceder a él, que termina situando el pensamiento tupí-guaraní en la historia universal de la filosofía. La autora nos da un brillante ejemplo de cómo profundizar en el pensamiento indígena y prueba que la verdadera antropología debe ser filosófica. La Tierra Sin Mal es, de acuerdo con los guaraníes, un lugar de eterna juventud y abundancia, donde el maíz crece solo y las flechas cazan sin necesidad de lanzarlas, al que se accede por medio de la práctica de la virtud y un riguroso ascetismo. Incluye fotografías de los aborígenes y de sus rituales.